La gran Catalina y el protestón, pero eterno compañero de viajes, Ramiro de Blas van a presentarnos la función del Touporroutou da lúa e do sol. Entre los juegos y las peleas, las lágrimas del sol y de la luna, que primero dieron oro y plata, luego agotaron estos materiales preciosos para verter sobre la tierra agua, como son las lágrimas del común de la gente. Tanto lloraron que se inundó hasta el infierno.
Esta leyenda que representan estos cómicos nos ilustrará sobre el nacimiento de las nubes, que ocultaban los enfados del sol y de la luna, los tronos y los llantos, que incluso provocaron un diluvio universal para el el cual Noé preparó una barca en la que encontrarían cobijo y salvación todas las especies del mundo segundo a literatura de la tradición. Como en esas aguas revueltas los demonios transportaban en los tesoros y podían ser decubertos por alguna joven valiente, adoptaron otras figuras para camuflar sus mezquinas artimañas: 'DEMONIO VIEJO: Los viejos y resabidos entramos en la milicia, en la iglesia y en las finanzas'''.
Desde entonces, se dice que nuestra tierra guarda muchos tesoros custodiados por serpientes, hadas, moros, enanos o gigantes y que quien los encuentra puede tener felicidad o desgracia. Catalina concluye diciéndonos que el mejor tesoro está en uno mismo, no en las que se almacenan, sino en la cantidad de cosas que se tienen para poder contar: 'Y así, sin más vuelta, damos por terminada esta farsa estrafalaria, a la que llamamos Touporroutou da lúa e do sol, por el mal hilada y enredosa. Aguardamos que haya sido de vuestro agrado. Y si no fue así, no nos lo tengáis en cuenta. Nosotros sólo somos responsables de decir, y de intentarle dar vida a estos muñecos lixosos.
Las historias, no son nuestras, son de todos. Se las contaban los abuelos a los nietos, o los padres a los hijos, al recogimiento de un fuego en la noche o para sobrellevar la largura de los inviernos, cuando los saberes pasaban de unos a otros, vueltos leyendas, dichos, cuentos o aconsejas. E incluso hay alguna que le asignamos con alevosía de forma traidora a un tal Álvaro Cunqueiro, de quien es de suponer, habréis oído hablar. Si son o no verdaderas, poco importa. Son la manera en el que, otros antes que nosotros, se explicaron a si mismos y nos explicaron a todos, el origen de las cosas que importan y algunos de los muchos misterios que se esconden en los profundos del universo mundo'''.
Pero no olvida apostillar Ramiro, preocupado también por la hacienda, había debido ser un castigo saber tanto de tesoros y tener que comer del aire'