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Fecha: 13/11/2015
Horario: 22:30

Concierto de L.A. en Pontevedra

Concierto de L.A. en Pontevedra.

Es aun un pequeño secreto. Pero con destino grande. Muy grande. Y no hablo de cifras prosaicas. Sino de impacto perenne. De ese que anida en el legado de artistas especiales a la mejor memoria colectiva. De hecho, los escasos privilegiados expuestos ya a su alcance compartimos asombro total y enriquecedora abducción a un nirvana de laptop-pop orgánico, del que cuesta bajar de nuevo a tierra.

No es para menos. Pese a mi experiencia personal uno no se encuentra así, de golpe, con un diamante no ya en bruto sino pulido y reluciente. Con algo tan imprevisto como inspirado. Con canciones tan espectaculares y a la vez tan frágiles y palpitantes.

Con su imposible equilibrio entre espacios abiertos, agrestes o puntillistas(Stop the clocks) y seducción nocturna(Evening Love). Como los grandes discos, Heavenly hell afronta nuevos territorios con un bagaje adorable de resonancias familiares que lo hacen aun mas atractivo, mas próximo. Algo que lo eleva a la misma sino a mayor altura de trabajos y artistas que comparten –por fin en España ya no llegamos tarde- afinidad e interacción comunes. Es decir, un Yellowstone con horizonte propio que compite en magia y argumento con the Shins, Death Cab for Cutie, Arcade Fire o Postal Service, pero en misión suicida.

Escamado de tanta moto vendida, cuando Carlos Mariño me advirtió que tenía el grupo ideal de Bulevar no pude evitar el inicial recelo. Un error reparado al comprobar que L.A. no solo era el grupo del sueño de Bulevar sino de cualquier programa, medio o aficionado. Y es que L.A. es responsable de la mayor arma de depuración emocional masiva que amenaza el pop en 2009. De un disco que otorga una nueva dimensión al termino agridulce. A esa dualidad afectiva que ilumina la mejor música. Desde su título, Heavenly Hell, al inditrónico corte que lo cierra, es un himno personal al mejor indie-rock americano irrigado de gloriosos estribillos(Perfect Combination), ribetes silvestres, raptos anglófilos -¿Pulp?, no, mas bien Phoenix- y una incesante espuma de mil detalles preciosos y, lo mejor, precisos. Pero, en especial, de una luminosidad de cristal puro que te invade, que cruza torrentes emocionales de guitarras electroacústicas, trenzados electrónicos y apuntes existenciales y que inunda unas maravillosas melodías transidas de esa dualidad agridulce que ya quisieran las bandas mencionadas.

Heavenly hell es todo un monumento sonoro al pop de refugio de montaña en pleno deshielo primaveral. Un seductor enjambre de burbujas ensoñadoras, arrebatos líricos y audaces contoneos de baile, difícil de imaginar. De melancolías animadas que discurren con esa elegante placidez de mañana de domingo o saltan a la pista horas mas tarde. Pero que enmarca, sobre todo, la irrupción en el panorama de un nuevo talento.

L.A. no es, para nada, otro nombre de siglas pretenciosas. Responde simplemente a un nombre. Al del elfo anónimo capaz de facturar él solito el disco mas deslumbrante del nuevo planeta pop. L.A. es Luis Albert Segura, un genio recluso en su Mallorca insular con un notable background que recorre la resaca grunge y taciturna de Glycerine o las baterías de The Nash o Valendas, con cuyo guitarrista, Toni Noguera, comparte adicción por Jellyfish y horas de estudio. Es también el cabecilla de Dreamville Records, sello local donde ha editado sus tres previas entregas: Grey Coloured Melodies (2005), BellFlower Blvd(2006) y Wellcome Halloween (2007).

Pero, olvida el pasado. La historia de L.A. arranca aquí y ahora. Heavenly hell es su nuevo punto de partida. Deja atrás la belleza indie-folkie de esos trabajos -Me han servido para comprobar que podía grabar discos apreciables a lo Elliot Smith, en el pasillo de casa. Era el momento de dar el salto- para lanzarse al sueño de su vida. Un proyecto de proporciones épicas que le ha supuesto la fantasía cumplida pero también la quiebra sentimental y económica.

Lo primero, la ruptura con su chica tras 13 años de pareja.

Lo segundo, porque tuvo que esquilmar sus ahorros en sortear los 2 años de encierro en el estudio de Noguera -quien, a su vez, tuvo que reestructurarlo y ampliar su colección de cachivaches para afrontar titánica empresa- a la búsqueda del sonido perfecto. Para temas como Private lullaby -el mas beatlemano- llegaron a utilizar 90 pistas. Sin contar vocoders, voces regrabadas en 5 pistas, etc.. La pena es que estábamos tan abstraidos en el dia a día que olvidamos grabar un video testimonial de semejante odisea. Una locura sin limite de tiempo ni dinero que incluye registros tan peregrinos como el roce distorsionado de un barra de pan contra un Mondo Sonoro. Eso fue en Elizabeth, otra de las joyas mas destacadas, realizada en 40 pistas y donde la voz, la otra gran sorpresa de L.A. intuye a un Eddie Veder lírico cantando en Eurythmics. La verdad es que siempre me he visto mas cerca de Grant Lee Philips que de Vedder. Creo que mis influencias están mas en Ryan Adams aunque soy una esponja que absorbe de todo, desde Tom Petty a Orson o the Feeling. Soy de los que aun compran discos.

Pero semejante despliegue de pistas, instrumentos, displays digitales y meses de estudio no se traduce en un mastodonte épico sino en un álbum liviano de cortes breves e infecciosa impronta. De canciones y melodías e-m-o-c-i-o-n-a-n-t-e-s donde prima el detalle. Minúsculos pero mágicos efectos: la campanitas que circundan Elizabeth, el tick tack o las mandolinas de Stop the Cloks, melotrones invisibles, chisporroteos electrónicos(Pain relieving), las orquestaciones sintéticas de Evening Love o los teclados juguetones de Heavenly, otra bomba de resonancias seráficas inflamada por un increíble falsete.(Estaba obsesionado con la subida vocal del estribillo y de pronto me vino la idea del falsete mientras estaba sentado en el water de casa…llegué al estudio y funcionó).

Heavenly Hell es uno de esos fantásticos trabajos que como Death Cab For Cutie, hace facil lo difícil. Tan ligero como incisivo. Cálido e intimista incluso en la pista de baile. Y conducido por esa voz, transparente, cuyo bisturí traza corte profundo. La del polivalente protagonista que, junto aportes del productor Noguera, es responsable de todos los instrumentos y sonidos del álbum aunque para el directo se ha agenciado una sólida banda con caras conocidas: Angel Cubero(Vancouvers, Mineralwater, etc); Carlos Pilan (Sexy Sadie ); Toni Alorda y Pep Mulet.

Y aun sobran piezas por el camino. Descartes ejemplares como sus curiosas versiones de Cyndi Lauper o de Calling Occupants (of Interplanetary Craft) de los canadienses Klaatu que popularizaran Carpenters. Solo 11 de los 18 temas grabados irán en esta insólita exhibición de un talento capaz de abrir fronteras mentales y físicas. Música sanadora, como decían antes, para el cuerpo y el alma. De verdad.


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