Sergio Dalma estaba en lo cierto: bailar pegados es bailar. Sí, pero pegar bailando también. Y Betunizer lo demuestran con su nuevo tratado de ruido, groove y eufórica mala leche: BOOGALIZER (Bcore, 2012). El nombre ya da pistas.
A Betunizer les falta tiempo, ven tu tiempo y lo doblan. Saben que el fin del mundo está cerca y por eso en menos de dos años ya llevan más de 100 conciertos, tres giras europeas y ahora nos presentan su segundo álbum de estudio, grabado de nuevo por Santi García en los estudios Ultramarinos Costa Brava. Y ya tienen material para un tercero, al loro.
Boogalizer es una instantánea de este ritmo frenético, una photofinish para que te des cuenta con detalle de la paliza que te han pegado sin que te dieras cuenta. Si su primer disco “Quien nace para morir ahorcado, nunca morirá ahogado” (BCore, 2010) era un puñetazo en la barbilla sin avisar, esta vez betunizer abren el puño y te dan con la mano abierta. El golpe es más sonoro, más rítmico. Duele igual. Como el ataque de las mil palmas de E.Honda en el Street Fighter 2, pero comiendo cochinillo de Arévalo en lugar de tanto sushi.
Boogalizer estará en las tiendas a partir de marzo, y Betunizer lo volverá a presentar por toda Europa para demostrarnos qué habría pasado si Howlin’ Wolf hubiera nacido en Jaén, si Les Claypool diera clases de matemáticas y si Tito Puente tocase en Unsane.
Betunizer son Jose Guerrero (guitarra, voz), Pablo Peiró (bajo) y Marcos Junquera (batería). Vienen de Valencia, ciudad sin ley, donde a los corruptos les homenajean con estatuas y donde la mejor sala de conciertos es un squad en la zona franca. Pronto irán a tu ciudad. Y te va a sentar de vicio, siéntate.