Los orígenes de la catedral se remontan a la época romana cristiana, edificio primigenio que fue destruido durante las invasiones árabes. Será el obispo Odoario el encargado de su reconstrucción en el siglo VIII, aunque sufrirá innumerables ataques que la dejarán en ruinas. La construcción de la actual arranca en el año 1225 y sufrirá numerosos retrasos por falta de fondos, por lo que está considerada un conjunto de estilos, condicionados por las distintas etapas constructivas.
Básicamente, la catedral tiene planta de cruz latina y de la primera parte de su construcción datan la nave central, parte de las laterales y los brazos del crucero, todos ello románicos. Cuando se retoma la construcción, en el siglo XVI, modifican los ábsides y se construyen nuevas capillas, introduciendo el estilo gótico con influencias platerescas y posteriormente el renacentista.
Foto de José Reigosa
El claustro, de estilo barroco, es del siglo XVIII, también usado como cementerio de clérigos y prelados. De esa época es también la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes, patrona de la ciudad. El neoclasicismo está presente en la fachada principal, que data de 1769, y que está presidida por dos torres.
En 1780 se construye, adosada al muro exterior, la actual capilla de San Froilán, patrón de la ciudad.
Destaca en el interior de la misma el baldaquino, de estilo churrigueresco, la capilla Mayor y el altar mayor, de la última etapa constructiva. Obra destacable es el coro, realizado con sillería de madera de nogal, con 66 asientos.
Si un paseo por su interior no deja de sorprender, a pesar de sus pequeñas dimensiones, la catedral de Lugo tiene el privilegio de la exposición permanente del Santísimo Sacramento, concedida en el siglo XV por la Junta del Reino de Galicia. En la actualidad todavía se conserva la costumbre de realizar la ofrenda durante el Corpus por parte de los alcaldes de las siete capitales del Reino de Galicia, de forma sucesiva.